Tras un intenso primer día en Sydney, aún me quedaban los barrios más interesantes del centro de la ciudad. Por lo tanto, intenté dividirlos en dos partes para visitar la zona occidental este segundo día y la oriental, el tercer día.

Día 2 en Sydney
Empecé el itinerario por el parque Hyde, centro geográfico de la ciudad. Está rodeado por algunos de los principales edificios coloniales de la ciudad, como la Catedral de Santa María (Saint Mary Cathedral) o la Iglesia de Saint James y otros más modernos como el Museo de Australia y la Corte Suprema de Nueva Gales del Sur, el estado del que Sydney es capital. Asimismo, cuenta con gran variedad de árboles, una gran fuente y el monumento a los soldados australianos y neozelandeses que lucharon en la Primera Guerra Mundial.

Surry Hills y Barrio Chino
Un poquito más adelante, llegué al barrio de Surry Hills. Hasta no hace mucho, era un barrio deprimido famoso por sus bandas y repleto de tugurios. Sin embargo, su perfecta localización en la ciudad y el desarrollo de Australia llevó a un aumento de precios de las casas hasta convertirse en el barrio que es hoy en día, lleno de casas recién renovadas de todos los colores, calles ajardinadas y numerosos restaurantes de todas las cocinas del mundo. Id con fuerzas, porque como su nombre indica, no tiene ni una calle llana.

Pese a llevar varios años viviendo en China, o quizás a causa de ello, me encanta visitar los barrios chinos de todas las ciudades que visito. A veces, como en el China Town de Nueva York, San Francisco o de Yokohama, parecen más chinos que las propias ciudades de China, pero no en Sydney. A excepción de cuatro arcos típicos y la abundancia de restaurantes asiáticos, las dos calles principales del barrio, apenas se diferencian del resto de la ciudad. Pero la zona tiene edificios muy interesantes, como el Mountbatten Hotel o el Capital Theatre.

El que sí merece la pena es el Jardín Chino de la Amistad, construido al estilo de los jardines de la dinastía Ming y al que no le falta ningún detalle. Eso sí, para mantener las mejores costumbres chinas, la entrada es de pago (6 dólares australianos para adultos y 3 para menores de 12 años). Por cierto, la entrada es desde el parque Tumbalong. Yo no la encontraba y di la vuelta casi completa hasta que la localicé.
George Street
Tras el descanso del parque, me acerqué a recorrer otra de las calles realmente bonitas de la ciudad, George Street. En ella encontraréis la catedral anglicana de St Andrews, el ayuntamiento o el Edificio Queen Victoria. En noviembre, durante la primavera austral, la calle rebosa de flores.

Pese a que la catedral puede no llamar especialmente la atención ya que es una típica iglesia de estilo neogótico, merece la pena entrar para disfrutar del hermoso órgano, el mayor de Australia. Junto al templo, encontraréis el ayuntamiento, otro hermoso edificio victoriano que destaca claramente de todos las modernas torres de acero y cristal que lo rodean.
Pero el edificio, sin duda, más impresionante de la zona, es el Queen Victoria Building, construido a finales del siglo XIX y pensado como mercado. Fue renovado en 2009 y ahora encontraréis numerosas tiendas, tanto de las mejores marcas como pequeños negocios puestos con mucho gusto, algunas joyas gastronómicas y, sobre todo, mucha gente. Es un edificio luminoso y elegante. La única pena es que, al estar rodeado de dos calles relativamente estrechas, es difícil apreciarlo en todo su esplendor, especialmente las cúpulas.

Siguiendo George Street hacia el norte, justo antes de llegar a la Apple Store, entré en el Strand Arcade, el pasaje más bonito de la ciudad. Cuenta con varias cafeterías, chocolaterías y también con aire acondicionado, por lo que es un my buen sitio para descansar en días calurosos. A la salida, una manzana más adelante, encontraréis el edificio del hotel Westin, que fue en tiempos coloniales la sede de los correos.
Darling Harbour y Pyrmont
Con ganas de volver a ver el mar, me acerqué al puerto de Darling. Es el mejor sitio de la ciudad para comer en terrazas frente al mar, pelearse con las gaviotas y visitar el museo de Madame Tussaud’s. También cuenta con un acuario y es el punto de partida de los barcos desde los que avistar ballenas y delfines en las costas cercanas (si os lo podéis costear, claro, que en Australia nada es barato).

La mejor forma de disfrutar del puerto es cruzando el puente Pyrmont hacia la peninsulita homónima. Aunque esta zona tiene menos interés turístico, merece la pena caminar los 500 metros que separan el puente de la Lonja de Pescado para disfrutar de los mariscos más frescos. No pude dejar de probar una deliciosa langosta en lo que ya no sabía si era un almuerzo tardío o una merienda. Pero qué más da, supo a gloria. Y a mucho mejor precio del que se pueda esperar.

El día ya estaba cundiendo bastante así que decidí volver a la calle Glebe, aprovechando que está cerca de la lonja, para tomarme un café en el Badde Manners (y la tarta de chocolate que os aconsejé).
Puente del puerto y Casa de la Ópera

Para rematar el día, pasé por el observatorio de Sydney de camino hacia el puente del Puerto. El observatorio es hoy en día un bonito parque en lo más alto de la ciudad, por lo que ofrece preciosas vistas de la bahía y del puente. Pero las mejores vistas panorámicas de la ciudad las tendréis desde el Puente del Puerto de Sydney (no olvidéis caminar por la acera que da hacia la Ópera). A lo largo del mismo encontraréis un par de miradores desde los que tomar las mejores fotos.
Vista panorámica de Sydney desde el puente
También se puede subir a lo alto del puente (cosa que no hice). Es una visita no apta para gente con vértigo o con presupuesto limitado ya que el ticket más barato cuesta 163 dólares australianos. Y os aseguro de que las vistas desde abajo son excepcionales de por si, sin necesidad de extras. De todas maneras, si habéis subido, ¡no dudéis en comentarme la experiencia!

Tras bajar del puente, me quedé en los alrededores de The Rock para ver la puesta de sol con la Ópera de fondo.
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Sydney en tres días – día tres
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